La turmalina es un mineral semiprecioso de la familia de los silicatos.

Gracias a sus propiedades únicas —como la capacidad de emitir iones negativos y rayos infrarrojos lejanos (FIR)— ha sido adoptada en prácticas energéticas y enfoques naturales de salud.

Su uso se ha extendido tanto en el ámbito espiritual como en el físico, al ser considerada una piedra que apoya la armonización del cuerpo, la mente y el entorno.

Aunque no sustituye ningún tratamiento médico ni terapias convencionales, la turmalina es valorada por los siguientes efectos complementarios:

• Emisión de iones negativos
  Apoya la sensación de bienestar ambiental y claridad mental, especialmente en entornos cargados electrónicamente.

• Generación de rayos infrarrojos lejanos (FIR)
  Promueve la relajación física, favorece la circulación y puede ayudar a reducir la sensación de rigidez muscular.

• Transformación de energía negativa en positiva
  Desde la visión holística, se le atribuye la capacidad de equilibrar espacios densos emocional o energéticamente.

Se cree que al emitir FIR (rayos infrarrojos lejanos) y iones negativos, la turmalina puede apoyar el flujo natural del qi, y ayudar a mantener la energía vital equilibrada, especialmente en zonas del cuerpo con sobrecarga o tensión.

Uno de los usos más conocidos de la turmalina —sobre todo en su forma negra (chorlo)— es como apoyo ante la exposición prolongada a ondas electromagnéticas (EMF).

Aunque no existen afirmaciones concluyentes desde la ciencia médica, hay investigaciones en curso que indican que los iones negativos emitidos por ciertos minerales pueden dispersar parte de la carga eléctrica ambiental. Esto se asocia con una sensación subjetiva de mayor claridad mental y menor fatiga en personas expuestas a dispositivos electrónicos.